Escena de Séder de Pésaj
Las fiestas judías están muy reguladas por la liturgia y en
ellas se observa un enorme cuidado en las comidas, celebraciones en la
sinagoga, o en el comportamiento individual de los individuos respecto a la
familia y la comunidad. El día sagrado de la semana es el sábado (sábat), que
comienza el viernes al atardecer, con el rezo en la sinagoga, la preparación de
la cena y el encendido de dos velas. Se interrumpen los trabajos cotidianos y
mecánicos, permitiéndose tan solo aquellos vinculados con la celebración. Si
seguimos un sentido litúrgico recordaríamos entre septiembre y octubre los diez
días temerosos (yamim noraim), que comienzan con la fiesta de Primero de Año
(Ros ha-saná) y terminan con la fiesta de la Expiación o del Gran Perdón (Yon
Kipur), es un período de gran solemnidad, austeridad, ayuno y penitencia, de
recuerdo de los difuntos, de petición de perdón y de reconciliación con
aquellos a los que se ha ofendido. Durante el rezo en la sinagoga en este
período se hace uso del característico cuerno (de carnero, gacela, chivo.)
conocido con el nombre de sofar.
Continuaríamos con la festividad de las Cabañuelas (Sukot),
una de las tres fiestas mayores junto a la Pascua (Pésah) y el Pentecostés
(Sabuot), en la que se peregrinaba a Jerusalén. La Fiesta de las Cabañuelas,
igualmente celebrada entre septiembre y octubre, dura una semana y rememora el
tiempo en el que el pueblo hebreo estuvo errante entre su salida de Egipto y su
llegada a la Tierra Prometida, por ello en su recuerdo las comidas principales
se deben hacer a cielo abierto, bajo una pérgola, sencilla tienda, cabaña o
cabañuela (suká) que permita la comunicación con el exterior. Termina esta
fiesta con la exaltación de la Ley (Simjat Torá) revelada por Dios a su pueblo.
Cuando los días acortan su duración en el inicio del
invierno, en diciembre, se celebran durante ocho días Las Luminarias o
Consagración, la conocida Fiesta de Hanuka, que recuerda la victoria de los
macabeos sobre los seleúcidas, y la purificación del Templo de Jerusalén en el
165 a.C. La leyenda cuenta como al procederse al encendido de la lámpara
sagrada solo quedaba aceite para un día, pero estuvo encendida los ocho que
duró la sublevación contra Antioco Epifanes al querer este sustituir el culto a
Dios por el de Zeus. Por ello surge una pieza esencial la hanukiyá, lámpara con
ocho cuencos más uno adicional auxiliar desde el que se van encendiendo día a
día cada una de las lamparillas hasta que al final aparecen todas encendidas.
Hanukiyá
Al acercarse la primavera, entre finales de febrero o ya en
marzo se celebra la fiesta de las Suertes (Purim) en la que se recuerda como
los judíos se salvan de la persecución de Hamán, cortesano protegido del rey
persa Asuero (¿Jerjes o Artajerjes?). Historia que se cuenta en el Libro de
Ester, por lo que también es conocida esta fiesta con su nombre, ya que la
salvación se produjo gracias a la intercesión de esta reina. Es una celebración
muy alegre en la que se realizan multitud de juegos, los niños utilizan las
carracas, se reparten dulces, aguinaldos, limosnas, etc. El Libro de Ester se
lee en la sinagoga, escrito en un rollo (meguilá) de tamaño más pequeño que el
rollo del séfer Torá.
Finalizaríamos con la Pascua (Pésah). Se celebra entre marzo
y abril, y en origen tenía un claro sentido agrícola al marcar el inicio del
ciclo vegetativo de la naturaleza. Conmemora la constitución de aquel pueblo
hebreo que consiguió su libertad con el Éxodo del Egipto faraónico en dirección
a la Tierra Prometida. El inicio de esta festividad, que dura ocho días,
comienza en la casa con una cena ritual (seder) en la que se dispone con mucho
cuidado una serie de alimentos con gran sentido simbólico que aluden en gran
medida a su vida sometida en el país del Nilo, además se lee el Hagadá, o texto
sagrado donde se cuenta el Éxodo.
Si en lugar de la liturgia nos centramos en el ciclo vital
de los judíos señalaremos además tres importantes celebraciones igualmente muy
reguladas con gran celo: la circuncisión, el matrimonio y la muerte. La
circuncisión (berit milá), que se realiza a los niños a los ocho días de nacer
si no hay ningún impedimento de salud, recuerda la alianza de Dios con su
pueblo. Se realiza en la casa o en la sinagoga por el circundador (mohel)
acompañado por el padre y el padrino (sandaq) acompañados por diez hombres
adultos (minyán).
Cortejo fúnebre de la Agadá Morisca.
La formación de los niños en la sinagoga de los preceptos
religiosos es muy importante y se culmina con la fiesta de la mayoría de edad a
los trece años. Con anterioridad a la solemne ceremonia el todavía niño
realizará (el lunes, jueves o sábado anterior) una exégesis o lectura comentada
e interpretativa (darús) sobre algún texto bíblico siguiendo las directrices de
la literatura religiosa hebrea (Talmud). Tras la mayoría de edad el muchacho quedará
sujeto a los preceptos religiosos de la comunidad (bar misvá) y podrá atar en
su cabeza y en su brazo izquierdo las filacterias (tefilim) y cubrirse con el
manto (talit) cuando así lo exige la liturgia.
La boda es otro de los momentos claves en la vida de todo
judío. Contaba con un contrato (ketubá) donde se fijan todas las cláusulas
matrimoniales (dote, posible divorcio…). La fiesta se compone del compromiso
(erusín) y de la santificación del matrimonio (quidusín). De nuevo se celebra
en la sinagoga, bajo un palio (jupá) y ante la presencia mínima de los diez
varones adultos (minyán).
La muerte o tránsito a la otra vida en espera de la
resurrección es otro de los momentos importantes en la vida de todo judío. La
preparación del moribundo, cuando era posible, del cadáver, de la mortaja, del
enterramiento y funeral, y del luto seguían unos pasos muy bien definidos.
Fuente: http://cvc.cervantes.es/artes/sefarad/sefardita/celebraciones.htm
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