Por Ricardo Angoso
Khanukía, o candelabro de ocho
brazos más el brazo para el shamash, vela con la cual se encienden las demás.
Las comunidades sefardíes de
Europa occidental tienen un origen mucho más tardío que las fundadas por los
judíos expulsados de España y Portugal en los años 1492 y 1496-97,
respectivamente, en el Magreb y los países ocupados por el Imperio Otomano. En
los dos casos, los judíos optaron por la migración masiva o la conversión
forzosa, simulada o no. «La formación del mundo sefardí occidental fue el
resultado de un arduo y complejo proceso histórico que se extendió a lo largo
de los siglos xvi y xvii, y que alcanzó su plena madurez durante el primer
cuarto del xviii», señalaba la profesora María Antonia Bel Bravo en su libro
Sefarad. Los judíos de España. La presión de la Inquisición, las conversiones
forzosas y simuladas y un clima hostil y antisemita forzaron a muchos de los
judíos que todavía vivían en España y Portugal a emprender una segunda
emigración masiva a partir de los siglos xvi y xvii, pero que en este caso no
se orientó hacia África y el Imperio Otomano, como había ocurrido con las
primeras comunidades expulsadas, sino hacia Europa occidental. Así nació el
mundo sefardí occidental.
Los destinos elegidos por estos
nuevos «emigrantes» fueron las principales ciudades de la Europa del momento,
sobre todo núcleos donde la presión religiosa del catolicismo radical fuera
menor y donde se pudiera organizar una mínima vida social, cultural y religiosa
judía, algo impensable en la España del momento. En Portugal, de la misma
forma, y sobre todo tras las persecuciones violentas y los pogroms de 1496-97,
se daba una situación parecida a la de España y la vida judía nunca volvería a
poseer la riqueza y el dinamismo del siglo xv, donde los hebreos llegaron a
contar con la ayuda y la protección de algunos reyes lusos. Incluso hubo
consejeros reales y prominentes judíos, como Abraham Zacut (nacido en Béjar,
Salamanca), que fueron astrólogos de la Corte. La última gran migración de los
sefardíes se distribuyó, principalmente, por las ciudades de Venecia,
Ámsterdam, Hamburgo, Londres, Burdeos, Amberes, Bayona, Milán, etc.,
principalmente. Los judíos provenían tanto de España como de Portugal, muchos
de ellos acusados por los españoles o portugueses de seguir ejerciendo el
judaísmo pese a haberse convertido al cristianismo, fenómeno que se conoce como
el criptojudaísmo. La mayoría de estos judíos se instalaba en ciudades grandes,
donde su identidad religiosa, siempre problemática en una Europa antisemita, se
difuminase y se dedicaba a las profesiones artesanales, al comercio, la
orfebrería, la medicina y el préstamo, algo que les estaba prohibido a los cristianos.
Los sefardíes de Francia
Pese a que en Francia ya habían
sido perseguidos antes que en España, en 1394, cuando se produjo una expulsión
en la que muchos de los judíos buscaron refugio, paradójicamente, en nuestro
país, a partir del año 1550 se produce el permiso oficial para instalarse en
cualquier parte del territorio francés y gozar de la protección real,
acontecimiento que se produce bajo el reinado de Enrique II.
Según diversas fuentes, en
tiempos de la Revolución francesa se calcula que apenas vivían en Francia unos
cuarenta mil judíos, siendo el elemento sefardí tan sólo una minoría: algo
menos del veinte por ciento del total de la población. Los askenazíes, de
origen centroeuropeo, ya eran la mayoría de la población hebrea y se habían
impuesto en la vida social, cultural, religiosa y económica. La mayoría de
estos judíos emigrados a Francia vivían fuera de París, pero sobre todo en
Bayona y Burdeos, los dos más importantes centros judíos sefardíes de Francia.
En cualquier caso, y para resumir, la vida sefardí de Francia se caracterizó
por una menor presencia y un escaso «impacto» en la vida de este país, sobre
todo si comparamos esta comunidad con las poblaciones sefardíes de los Balcanes
y el Imperio Otomano.
Holanda: la importante comunidad
sefardí de Ámsterdam
Las primeras noticias de la
comunidad sefardí, sobre todo de origen portugués, pues eran judíos españoles
primero expulsados de España y luego de Portugal, datan del siglo xvi, pero su
apogeo y gran desarrollo se produce en el siglo xvii. Como explica Yosef
Kaplan, en su imprescindible libro Los nuevos judíos de Ámsterdam, durante el
siglo xvii la comunidad sefardí de Ámsterdam se constituyó en el eje principal
del judaísmo hispanoportugués de Europa occidental. En su vida social e intelectual,
ya en la temprana Edad Moderna, estos sefardíes anticiparon los cambios
mentales y los dilemas existenciales del judaísmo de los tiempos de la
emancipación y la ilustración. Prósperos comerciantes internacionales, con
vínculos económicos que se extendían desde Europa occidental al nordeste
brasileño y a la zona del Caribe (Curaçao), formaron en Ámsterdam una poderosa
elite social. Entre ellos encontramos al barón Antonio Lopes Sausso, el más
acaudalado miembro de la comunidad, cuyo hijo Francisco, subvencionó en 1688 la
famosa travesía de Guillermo III a Inglaterra. Este proceso económico provocó,
según cuenta la profesora María Antonia del Bravo, el cambio de la hegemonía
económica de Hamburgo a Ámsterdam. La ciudad se convirtió, junto con Amberes,
en uno de los centros judíos más importantes del continente, tanto desde el
punto de vista económico como cultural.
Luego esta bonanza económica
contribuyó al desarrollo cultural, pues muchos de estos hombres de negocios y
comercio financiaron las obras artísticas, convirtiéndose en mecenas de
escritores y artistas. Entre muchas otras figuras importantes encontramos nombres
como Gerónimo Numes da Costa, agente de la corona portuguesa o Manuel de
Belmonte, agente del rey de España. Estos hombres de negocios, que pertenecían
por derecho propio a la aristocracia europea, se acabaron convirtiendo en parte
de la elite económica de la ciudad de Ámsterdam.
En lo que respecta a la vida
cultural, hay que señalar que Ámsterdam fue en el siglo xvii el principal
centro de impresión y difusión del libro judío, y uno de los editores, Castro
Tartas, publicó en 1672 y 1702 el primer periódico editado por judíos, La
Gazeta de Amsterdam en lengua castellana. Se puede decir, además, que Ámsterdam
quizá tuvo uno de los pocos ambientes culturales sefardíes de Europa, donde
destacan figuras como Juan Pardo y el conocido Benito de Espinosa, quienes
mantuvieron agrias discusiones con los rabinos y acabaron excomulgados por la
comunidad sefardí. Se tradujeron numerosos libros y ensayos, como las obras de
Maimónides; se generó una música propia y se difundió el cancionero sefardí.
Sin embargo, a partir del siglo xviii se detecta un claro declinar en la vida
de los sefardíes de la ciudad y la lengua comienza a utilizarse muchísimo
menos, desapareciendo casi todas las traducciones y obras en judeoespañol
(sobre la literatura sefardí de los siglos xvii y xviii, ver las obras del
profesor Francisco J. Sedeño Rodríguez, que ha publicado numerosos estudios y
artículos).
No puedo terminar estas líneas
sin referirme la impresionante figura de Sabbatai Zevi, un líder religioso
célebre por sus estudios cabalísticos y por su conocimiento del Talmud, el
libro sagrado judío. Místico para algunos, que incluso aseguraban que hablaba
con Dios, un farsante para otros, que lo llegaron a «excomulgar» de la
confesión hebrea, y el Mesías para sus ciegos seguidores, la figura de Zevi es
una de las biografías más apasionantes e increíbles del mundo judío. Nacido en
1623 y fallecido en el 1676, este hombre que se creía el Mesías llegó a dividir
profundamente a la comunidad sefardí de Ámsterdam, tal como podemos comprobar
hoy en el Museo Judío de la Ciudad, ya que algunos rabinos le apoyaron por
carta y otros le rechazaron profundamente. En esta ciudad, y sirva como
curiosidad, está su único retrato y los principales testimonios escritos de sus
detractores y partidarios.
Finalmente, debemos reseñar que
en el año 1657 los judíos fueron reconocidos ciudadanos de pleno derecho de la
ciudad de Ámsterdam, lo que favoreció aún más su desarrollo y progresión
social, económica y cultural. A partir de ese año, ya utilizando más la lengua
del país donde vivían, para favorecer su plena integración, los judíos
participarían plenamente de la vida de Holanda hasta la ocupación del país en
el año 1940. Miles de judíos, siguiendo el guión ya ensayado en otros países de
Europa, fueron enviados a los campos de concentración y más de cien mil judíos
de Holanda perecieron en ellos. Como testimonio gráfico de la rica vida sefardí
de antaño, hay que reseñar que la Sinagoga Portuguesa sobrevivió hasta nuestra
época y que puede ser visitada.
Noticia de los sefardíes en
Italia
«A lo largo del siglo xvi se
asentaron (temporal o definitivamente) judíos y cristianos nuevos de origen
ibérico en diversas ciudades de Italia, donde constituyeron comunidades que
desarrollaron una identidad cultural propia», asegura la profesora Laura
Minervini. Dentro de estas comunidades sefardíes italianas, hay que prestar
especial atención a la trayectoria intelectual de algunas familias (los
Abravanel, los Usque), a la producción cultural en determinados centros
sefardíes italianos (las comunidades de Ferrara, Venecia o Roma), y, por
último, a algunos hitos la producción literaria y editorial, y la situación
lingüística, que propició el proceso de koineización que finalmente daría
origen al judeoespañol, explicaba esta misma experta en un largo artículo sobre
el tema («Resumen de Experiencias culturales de los sefardíes en Italia en el
siglo xvi»). En cualquier caso, las primeras noticias de estas comunidades
sefardíes datan de la época de Clemente VII, en 1524, cuando dos sinagogas
funcionaban en Roma y eran llamadas una de los catalanes y otra de los
castellanoaragoneses. La profesora ya citada María Antonia Bel Bravo señala que
«las primeras corrientes migratorias que imprimieron un sello significativo en
el judaísmo sefardí italiano llegaron en la cuarta década del siglo xvi».
Las principales comunidades
judías sefardíes se instalaron en las ciudades de Ancona, Ferrara, Florencia,
Liorna, Pisa, Venecia y Roma, aunque no hemos encontrados datos acerca del
número exacto de sefardíes que vivían en estas ciudades, donde por lo general
se dedicaban al comercio y a los oficios artesanales. Con respecto a sus
ocupaciones profesionales, hay que señalar que las comunidades sefardíes, pero
sobre todo las de la portuaria ciudad de Ancona, sirvieron como nexo para el
comercio entre los reinos de Italia y las ciudades del Imperio Otomano, donde
también había potentes comunidades sefardíes. Pese a todo, hay que reseñar que
durante algún tiempo fueron expulsados de la República de Venecia, a donde
regresaron más tarde por su importancia en el comercio. En el desarrollo del
comercio italiano de la época, el peso de estas comunidades judías es
fundamental para explicar su auge y sus potentes vínculos con el mundo
mediterráneo.
Durante el Holocausto, los
alemanes, que ocuparon el norte de Italia tras la defección del régimen
fascista, enviaron a unos quince mil judíos italianos a los campos de
concentración; la mayoría no volverían y hoy nos queda un testimonio universal
de aquella catástrofe en las letras y el testimonio del escritor ya fallecido
Primo Levi.
Las comunidades sefardíes del
Reino Unido
La vida judía es inexistente en
el Reino Unido entre el año 1290 y 1650, en que se les autoriza a volver de
nuevo tras su expulsión y larga ausencia. No obstante, hasta el año 1656 la
situación no se normaliza y se reconoce la existencia de una serie de
comunidades judías en el reino.
Entre 1714 y 1727, se producen
notables avances bajo el reinado de Jorge I, que llega a reconocer el derecho a
ser ciudadano del reino a todo judío nacido en territorio inglés y que les
toleró sus prácticas religiosas sin necesidad de convertirse al cristianismo.
Las principales comunidades sefardíes del Reino Unido se instalaron en
Liverpool, Londres y Mánchester. Como muestra de su fácil adaptación y de la
tolerancia que reinaba en el Reino Unido hacia los judíos, debemos destacar
que, según algunas fuentes a finales del siglo xix, había unos doscientos
cincuenta mil judíos en el país, la mayoría integrados y asimilados. Por suerte
para estas comunidades judías, el país se libró durante la Segunda Guerra
Mundial de la ocupación nazi y la vida judía se preservó para siempre, a
diferencia de lo que ocurrió en otras partes de Europa.
Fuente: http://cvc.cervantes.es/artes/sefarad/cartografia/sefardies_europa.htm
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