-RECETA DE COCINA SEFARDI- PITA DE SPINACHE

Into a large bowl mix the following:
2 packages of thawed forzen chopped spinach (squeeze out the liquid)
24 oz. low fat cottage cheese
4 oz. grated sharp cheddar cheese
4 eggs

Spray a vegetable spray on the bottom of a 13'' x 9" pan.  Line the bottom of the pan with wet matzo.  Add filling.  Cover the top with wet matzo and push down into the filling.  Add 1 tbs of oil evenly over the top matzos.  (Should you like, you may also add chopped walnuts over the top.  Cover with foil and bake at 350 degrees (f) for 40 minutes.  Remove foil and continue baking for another 35 minutes.   (You may also add chopped scallions and dill to the filling.)





 Fuente: http://www.sephardim.com/



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PAN PITA (Sefardí)


El pan de pita es un pan hueco, sin miga. Es uno de los panes más antiguos que se conocen y su origen está entre el antiguo Egipto y Oriente Medio.



Además de como alimento, según el país, se puede usar como plato-soporte de otros alimentos, como “bolsillo” para transportar otros alimentos y como cubierto; con él se rebaña la comida del plato en lugar de usar un tenedor.



Es un pan muy fácil de hacer ya que no lleva amasados ni levados prolongados. Incluso la masa una vez preparada, se puede conservar en el frigorífico casi una semana e ir horneando porciones según las vayamos a consumir. Y el sabor y la textura no tiene nada que ver a lo que encontramos en los supermercados envasados al vacío para calentar.



Lo más curioso de su elaboración es como se hincha en el horno debido al vapor de agua que se genera al estar en contacto con una superficie ya caliente.



En Israel nos aficionamos a este pan, tanto para la comida típica de allí, como para un buen bocadillo de jamón con tomate, como para utilizarlos como base de pizzas para improvisar una cena rápida para las niñas.



La receta que más me gusta de las que he probado es la del libro “Cook in Israel”, de Orly Ziv, una nutricionista israelí de origen Sefardí, que imparte cursos de cocina.







Ingredientes para 8 unidades:



500 g de harina normal

1 cucharadita de sal

15 g de levadura fresca de panadería o 5 g de levadura de panadero seca

1 cucharada de azúcar moreno (se puede sustituir por azúcar normal)

2 cucharadas de aceite de oliva

350 g de agua

Mezcla la harina con la sal en un cuenco o en la amasadora (para evitar que la sal entre en contacto directo con la levadura)



Añade la levadura seca y el azúcar, y si es levadura fresca, disuélvela en la mitad de agua necesaria para la receta.



Echa el aceite de oliva y la mitad de agua y amasa bien a mano o con la amasadora.



Añade gradualmente el resto de agua y cuando acabes, amasa unos 10 minutos más. Verás que se separa la masa de las paredes del recipiente.



Cubre con un paño y deja levar durante 1 hora.



Mientras precalienta el horno a 220 ºC con la bandeja donde vayas a hornear las pitas dentro. Si tienes piedra de horno o la bandeja es gruesa, mejor, así la superficie que estará en contacto con el pan estará más caliente y se hincha más y sale más crujiente.



Pasada la hora de reposo, pon la masa sobre una superficie ligeramente enharinada y  haz 8-9 bolas de masa del mismo tamaño más o menos.



Cúbrelas con un trapo y déjalas reposar otros 10 minutos para poder estirarlas mejor.



Estira cada bola con un rodillo para formar un disco de unos 12 -15 cm de diámetro (yo los hice de 15 más o menos porque me gusta el pan fino y un poco crujiente). Si se te pega mucho la masa, espolvoréalos con un poco de harina.



Ponlos con cuidado sobre la bandeja de hornear caliente y hornea durante unos 10 minutos, según te gusten más blancos o más tostados.



Nada más sacarlas del horno, ve cubriéndolas con un trapo para que conserven la humedad.



Conservación:



Están deliciosas recién hechas, pero si no las vas a tomar en seguida, mételas en una bolsa de plástico bien cerrada, aguantarán días, y antes de comértelas, puedes calentarlas en una sartén, en el tostador…



También las puedes congelar un máximo de 3 meses  y calentarlas cuando estén descongeladas.



Nota:



Hay bastante diferencia entre hornearlas en una bandeja de horno normal y una piedra de horno o una plancha de acero caliente, como la que he utilizado yo. Es importante que la superficie de horneado esté suficientemente caliente.



Este pan nos lo tomamos parte untando el hummus que preparé el otro día, y para hacer bocadillos el resto.



Y tú, has probado alguna vez el pan de pita casero? Te has animado a prepararlo alguna vez?





Fuente: http://www.puestoma2tazas.com/pan-de-pita/
               



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¿Sospechas que desciendes de judíos? entonces debes leer lo siguiente

Nací en una familia de la alta sociedad católica romana de origen español en la ciudad de la Habana, Cuba. Cuando tenía 5 años, mi familia salió hacia Miami, dejando atrás no solo la Revolución Comunista pero también sus negocios y casas.


Éramos solo una de tantas familias que llegaron a Miami en ese año. El año era 1960.

En Miami, mis padres me inscribieron inmediatamente en uno de los mejores colegios católicos en un área donde casi no había población de origen cubano.

El deseo de mis padres era que nos asimiláramos a la cultura americana lo más rápido posible: hablar perfecto ingles y tener las mismas oportunidades que los niños americanos

Yo no tuve amigos de habla hispana por muchos años, fui una estudiante modelo del colegio católico, zapatos blanco y negro, uniformes del estilo escocés, oraciones en Latin, misa todas las mañanas y continuamente cantando en el coro de los velorios de los curas y las monjas.

Nunca pertenecí al grupo. Seguí a los demás, actuaba como ellos, rezaba en voz alta y sin embargo en el fondo no me sentía parte de ello.

Alrededor de los siete años, asistí a un campamento de verano en donde conocí a mi primera amiga judía. Se llamaba Raquel.

Raquel llegaba con su propia comida y no se le permitía comer nada de la comida que ofrecían ahí .Todos los niños le hacían burla, pero a mí me atraía como una luciérnaga a la luz. Me fascinaba estar con ella, me adherí a ella como pegamento.

Por muchos años solamente veía a Raquel en el campamento de verano, pero durante el año yo buscaba añoraba lugares con otras personas judías. Era muy difícil dadas las circunstancias de la sociedad protegida donde yo fui educada y criada. Pero ahí estaba la indagación constante de un contacto con el judaísmo. Era inexplicable, no tenía ningún sentido pero sin embargo ese sentimiento existía.

Me sentía más cómoda cuando de casualidad conocía a una persona judía que cuando estaba dentro de la iglesia.

No volví a ver a Raquel: jamás sabrá el impacto que su amistad tuvo en mí y en la transformación de mi alma.

Los años pasaron y yo con ellos, Estudie en una preparatoria católica y me involucré en una serie de actividades extracurriculares. Y como suele suceder, la vida me llevó por el camino.

En ese entonces tuve varias amigas judías. Mis padres nunca supieron de eso. Por horas hablaba con ellas por teléfono pero rara vez las veía.

Era yo muy joven cuando llego el momento de entrar a la universidad, dado que me salte varios grados escolares. Tenía solamente 16 años cuando recibí una beca para entrar a la mejor universidad católica de Miami. Debido a que era tan joven, no se me permitía manejar, por eso viví en los dormitorios de la Universidad atendidos por las monjas. La única estudiante de mi misma edad fue mi compañera de cuarto.

Uno de sus progenitores era judío. ¿Qué hacia ella en esta escuela?
Evidentemente no hay coincidencias. Como era de esperarse nos hicimos amigas. Ella se crió en el seno de una familia judía. Yo pasaba horas y horas tratando de vislumbrar hasta el más pequeño detalle acerca de la religión judía.

Me inscribí en una clase de Teología y Religiones Comparadas, donde la directora de este departamento era una brillante monja que posteriormente fue rectora de la Universidad. Su sabiduría me impactó.
Aprendí más entonces acerca de la filosofía del judaísmo que en cualquier otra etapa de mi vida.

Más tarde supe que ella había ido de puerta en puerta con el fin de solicitar ayuda para la construcción del monumento del Holocausto que hasta hoy existe. Una mujer admirable que incidió en mí para ser quien soy hoy.

Me casé muy joven, a la edad de 17 años. Mi vida consistía en trabajar tiempo completo en el negocio familiar, Madre de tiempo completo y estudiante de medio tiempo.

A los 33 años retomé lo que había dejado atrás. Comencé a devorar volúmenes de literatura judía con diversos temas como Halajá, Fiestas Judías, matrimonio, filosofía, shabat y todo lo que llegara a mis manos.


Empecé a visitar sinagogas y de vez en cuando atendía algún servicio.
Hice muchas amistades lo cual nunca pude compartir con mi ex -marido. Nos divorciamos y mi búsqueda continuó. Mi hijo tenía 14 años y mi hija 3. No fue posible hacer una conversión para mis hijos en ese momento.

Ahora si indagué y estudie con veracidad. En definitiva podía poner mi cuerpo y mi alma alineados. Me sentía muy cómoda en las sinagogas. Sentía nostalgia y la sigo sintiendo cuando escucho el canto de las plegarias. Sabía que estaba más cerca que nunca de mi hogar, sin embargo más distante de mi casa y de mi familia donde me crié. Ellos no me entendían. Mi alma se había transformado desde una edad muy joven y ellos permanecieron igual. ¿Por qué era yo tan diferente?

Me reuní con el Rabino de una comunidad pequeña ortodoxa cerca de mi casa y el amablemente me explicó que yo no podía ser judía. Se resistió y se negó varias veces a mi conversión hasta que finalmente accedió a que yo fuera a un Beit Din. Por varios años estudié intensamente y finalmente me convertí al judaísmo. Ese momento fue en el que conseguí mi más grande logro; sin embargo no tenía con quien compartirlo. Los amigos no le llegan fácil a alguien en un proceso de conversión. No podía mirar hacia atrás y el camino a seguir parecía muy solitario.

Fue difícil. Mantener las reglas de kashrut en una casa donde los niños se le antojaba lo que siempre habían comido, no poder comer en casa de mis padres, tratar de ajustar de arriba abajo los horarios de las actividades de mis hijos para que no afectaran el shabbat y las fiestas judías. No fue fácil, pero estaba yo tan feliz, tan en casa y tan cómoda, que perseveré.

Un par de años más tarde conocí a mi esposo Michael, cuya familia era originaria de Rumania y nos casamos. Él siempre fue religioso lo ha sido y siempre lo será; mi círculo se completó. Michael tuvo la paciencia de un santo (sin doble sentido) y ha sido siempre la roca que me apoya cuando las cosas se ponen difíciles, cuando mi vida pasada choca con mi vida actual. Juntos, hemos engrandecido a mi hija de la mejor manera que podemos, dadas las circunstancias inusuales.

Mis abuelos maternos eran de un pequeño pueblo a orillas del río Duero que separa a España y Portugal llamado Fermoselle. Mi abuelo nació allí y la abuela de mi abuela era de allí. Eran primos segundos. Durante años traté de que ellos me ayudaran a hacer un árbol genealógico, pero lo que conseguí fueron evasivas. Nunca fui capaz de obtener la historia familiar de ellos.

Mi abuela sabía que me había convertido al judaísmo y a menudo me decía lo peligroso que era. ¡Qué peligroso que era que me hubiera convertido! Siempre he pensado que quería decir que era peligroso para mi alma pero me di cuenta hasta años después lo que ella quería decir, lo peligroso que era ser Judío.

Mi abuela materna murió un viernes por la mañana. Esa mañana, vi a mi madre que me dijo que la tradición de la familia era enterrar a los muertos de inmediato. Me quedé muy sorprendida. ¿Qué tipo de tradición era esa para una sólida familia católica? Ninguna cantidad súplicas sirvió. Mi abuela fue enterrada en Shabbat en un cementerio bastante lejos y no pude ir. Mi dolor era insoportable. Al día siguiente, mi familia vino a verme a mi casa, dado el hecho de que no fui al entierro. Me sorprendió mucho cuando todos vinieron caminando. Francamente, pensé que no me dirigirían la palabra nunca más. Mi mamá puso una pequeña caja sobre la mesa y me dijo que mi abuela le pidió que me la entregara en el día de su muerte. En el interior había un Hamsa antiguo y unos aretes de oro con una pequeña Estrella de David en el centro. Nada más. Sin ninguna nota, o algún comentario, sólo esos dos objetos. Yo estaba abrumada por el significado.

El Hamsa del relato
En un instante, tuve recuerdos de los tiempos en mi vida que yo había visto y sentido muchas cosas pero nunca supuse que podríamos haber sido descendientes de los marranos.

Sentada en esa silla, sosteniendo esa caja, me acordé de la manta que habían puesto sobre nuestros hombros durante mi primer matrimonio, como una costumbre antigua de la familia que todavía está en uso hoy en día por los sefardíes: la colocación de un Talit sobre los hombros de la pareja. Me acordé de las veces que mi abuela y yo hicimos una enorme cantidad de postres para las fiestas, las viejas recetas de la Villa de Fermoselle, siempre Parve: ella siempre ponía un poco de masa, envuelta en papel de aluminio y la metía en el horno. Las veces que rompía los huevos en un vaso para comprobar si había sangre antes de tirarlos a la basura, la forma en que siempre me enseñó a barrer el piso hacia el centro de la habitación (Una vieja tradición sefardí de barrer de la mezuzot hacia el centro).

El arete de oro con el Magen David
No era demasiado: sin embargo, tuvo todo el sentido del mundo. Claramente entendí la forma en que mi alma había buscado y había anhelado algo todos esos años que no era lógico. Empecé mi búsqueda de mis raíces judías. Mi abuelo había hecho mucho del trabajo: a pesar de que no me lo dio en vida, había dibujado a mano, meticulosamente, un árbol familiar que impulsó mi búsqueda hacia principios de 1800. Con esa información a la mano, fuentes de Internet, y amigos en España, blogs, etc., tuve la oportunidad de volver hacia atrás quizás dos generaciones más. Después, me topé con un muro, el muro era católico. Hasta ese momento, no había encontrado nada.

La búsqueda me llevó 4 años. Durante ese tiempo, contraté a un ex sacerdote en España, que también era un genealogista. Quería conocer la verdad. Yo no necesitaba que alguien me dijera lo que yo quería oír. El hombre que contraté quería que yo fuera católica. El Shidaj era perfecto. Buscó e investigó las bibliotecas, los museos históricos, y yo validé los resultados en cada paso. Ahora tengo
 copias de la documentación de cada abuela que se remontan 15 generaciones hasta 1545. También tengo los documentos notariales que va más lejos aún que eso. En 15 generaciones nadie en mi familia había abandonado el pueblo de Fermoselle. Mi abuelo fue el primero en salir.

Mi madre, de hecho, fue la primera en casarse fuera de la familia. Ella no se casó con un primo.
Mis resultados hasta la fecha han proporcionado un rico tapiz de una familia marrana o juedeo-conversa. Esta tarea no ha sido fácil, pero ahora sé que no era imposible; simplemente tenía que desenredar los hilos que mi familia había tejido con tanto esfuerzo, el tejido de la mentira y el engaño con el que tuvo que vivir para poder sobrevivir. Yo personalmente era testigo de cómo han cambiado sus nombres en cada documento oficial posterior para que no fueran encontrados por la Inquisición. He rastreado el nombre de todos y cada uno de mi árbol, para demostrar que cada nombre fue utilizado por los marranos como un nombre judío. Incluso encontré el nombre de un antepasado que era propietario de una carnicería kosher antes de 1492. La mayoría de los nombres son nombres típicos de judíos que fueron forzados a convertirse. Nombres topográficos, como Ramos o Montana, Flores. Nombres como Diez y muchos otros. He encontrado en los registros de la Inquisición archivos del Tribunal mostrando judíos de los mismos nombres acusados de judaizantes alrededor de 5 km del pueblo de la familia. He igualado fechas que coinciden con los nombres de la familia.

Mi árbol genealógico es típico de los marranos, no sólo por la gran cantidad de matrimonios entre primos, sino también por el nombramiento de los hijos y la repetición de los nombres de una generación a la siguiente.

Ahora estoy en el proceso de documentar la historia judía de Fermoselle, algo que no se ha hecho hasta la fecha. Quiero dejar las cosas claras. Quiero ser la voz que mis antepasados nunca tuvieron. Pero por encima de todo, sólo quiero que otros sepan que esta búsqueda es posible, teniendo en cuenta los recursos disponibles en la actualidad en España y Portugal: se pude lograr.

Hoy en día, yo vivo una vida plena en Miami junto a mi esposo. Soy muy activa en mi sinagoga y en la Comunidad. Ahora enciendo dos velas extras en la noche del viernes para mis 15 abuelas. Una por aquellas que no las pudieron encender y la otra para las que olvidaron que las tenían que encender. Mi familia judía es bastante numerosa ya, compuesta no sólo de cientos de nombres en un árbol genealógico, sino de un grupo muy unido y muy cercano de amigos que se han convertido en mi familia. A ellos les estoy muy agradecida por haber sido siempre un gran apoyo en mi búsqueda y por escuchar mis historias una y otra vez.

Estoy verdaderamente bendecida. He vuelto a casa.

Fuente: 

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Regresan a sus raíces de judaísmo

Algunas familias latinas han descubierto que sus ancestros fueron forzados a adaptarse al catolicismo y reprimir su judaísmo. Ahora, generaciones después, están regresando a la religión de sus antepasados. 

El fenómeno de los criptojudíos, descendientes de judíos que todavía en secreto mantienen algunas costumbres judías, es uno que hasta ahora no ha recibido demasiada atención. Se trata de familias latinas cuyas raíces judías fueron reprimidas a causa de la Inquisición española, que tuvo lugar en los años de 1400 y 1500 en España y en territorios que en ese momento estaban bajo control español.

Una gran cantidad de estas familias huyeron de España hacia América, en busca de una nueva vida y un lugar donde quizás pudiesen practicar su religión. No fue tan fácil como pensaron, y la mayoría terminó reprimiendo su identidad judía al aceptar a la Iglesia católica. En Texas, judíos que practicaban su religión abiertamente no podían ser residentes de Texas hasta el 1821 porque las autoridades españolas requerían adhesión a la fe católica, según el sitio web del Texas Almanac.

En México y Texas, “se podría decir que los colonos originales eran judíos”, dijo el rabino Peter Tarlow, quien encabeza el Centro para Relaciones Latino-Judías y Estudios sobre Criptojudíos en la Universidad de Texas A&M, y que se especializa en mantener las relaciones entre las comunidades latinas y judías a través de sus raíces compartidas. “Probablemente eran judíos escondidos, porque bajo la ley mexicana del siglo XV era ilegal ser judío, así que se podría decir que los europeos originales que llegaron a Texas eran judíos”.

 Hace 15 años, John García se convirtió al judaísmo. O más bien, regresó. Por 49 años García vivió una vida católica sabiendo que tenía antepasados judíos. Sus ancestros se habían establecido en las afueras de Monterrey, donde se vieron obligados a reprimir su religión y vivir como católicos. “Era un secreto de familia bien guardado que teníamos raíces judías”, dijo García.

Aunque su madre y su hermana eran católicas religiosas, el padre de García le confirmó durante su adolescencia que eran judíos sefardí, es decir judíos provenientes de España. El hermano de García trazó una genealogía del lado paterno y descubrió que, efectivamente, eran descendientes de una congregación judía que fue desmantelada cerca del año 1596.

Comenzó a investigar sus orígenes porque “el Papa de esa época estaba pidiendo perdón por lo que la Inquisición le había hecho a los judíos”, dijo García, refiriéndose a las miles de personas que fueron perseguidas y obligadas a dejar España o morir si no se convertían al catolicismo. “Crecí católico, fui educado católico, pero en ese momento sentí que era tiempo de averiguar qué había causado tanto revuelo con la Iglesia”. García se ha pasado los últimos 15 años retomando lo que la Inquisición le quitó, dijo.

Velas todos los viernes
García volvió formalmente al judaísmo con la ayuda del rabino Stephen Leon, quien se mudó a El Paso en 1986 y empezó a ayudar a latinos que querían retomar su herencia judía. Leon sólo había estado en El Paso dos días cuando recibió una llamada de un hombre de Juárez, quien le dijo que había crecido católico y recordaba desde los tres años ver a su abuela prender velas todos los viernes, y recitar unas palabras en un idioma que él no entendía. Quiso averiguar sobre la tradición, y fue a pedirle respuestas a su cura.

“El cura le dijo que había miles de mujeres en Juárez que prendían velas los viernes por la noche, y aunque él sabía por qué, le indicó que visitara a un rabino, y así fue como me vino a ver a mí”, dijo Leon. “Cuando le expliqué que era una costumbre judía, pensé que se iba a caer de la silla”.

Esta escena se repitió varias veces durante las semanas siguientes; gente del área llamaba al rabino Leon para preguntar por tradiciones familiares que se salían del catolicismo, o porque sus abuelos habían decidido contarles sobre su herencia judía.

“Después de estar dos días aquí vino un señor a instalarme el cable, y cuando vio este cartel que yo había traído que decía ‘Shalom Ye All’, el hombre me preguntó si yo era judío y me dijo, ‘Yo también soy judío’”, indicó Leon. “Le pregunté dónde rezaba y me contestó que todavía no sabía porque hacía solamente tres semanas que su abuela le había dicho que eran judíos”.

Desde esa semana en 1986, Leon dijo que ha ayudado alrededor de 60 familias a volver a sus raíces, incluyendo a John García, quien contactó al rabino luego de escucharlo hablar del tema en un programa de la radio local. Después de una vida sin tener contacto con su herencia, García ahora está muy involucrado con su congregación en El Paso. Lleva las oraciones en la mañana y en la tarde, las únicas que no lleva son las de servicios de Shabbat, el día sagrado de la semana, que se observa desde el atardecer del viernes hasta la aparición de tres estrellas la noche del sábado y recuerda que en el séptimo día Dios descansó despues de crear el mundo.

“Aprendí hebreo y leo la Tora con el rabino… Estoy muy metido en el ritual y estoy muy satisfecho y cómodo dentro del judaísmo”, dijo García, sobre el lenguage y el libro sagrado de los judíos.
Exclusión al buscar raíces judías

Pero no todas las comunidades son tan receptivas, ni todos los que regresan a sus raíces judías son tan aceptados, como en el caso de García.

“Hay mucha gente por todo el mundo -Colombia, Mexico, España- que tienen historias similares, y las comunidades ahí no siempre les dan la bienvenida”, explicó Leon. “Hay veces que sospechan de gente que iba a una iglesia católica y que ahora dice ‘Yo en realidad soy judío’, es difícil de probar eso. Alguna gente se hace un examen de ADN para poder probar que son judíos”.

“Me parece que este es el síndrome de casi todos los criptojudíos, esa necesidad de conectarse con el pasado y saber de dónde vienes,” dijo Lupe, refiriéndose a las dudas que se siembran al no tener pruebas de una herencia judía. Lupe es una mujer de Austin que regresó al judaísmo, pero quien pidió no publicar su apellido por temor a que su familia sea perseguida (algo que algunos criptojudíos de familias y comunidades católicas han experimentado al regresar al judaísmo).

El camino hacia las raíces religiosas se hace difícil para muchos, especialmente para los que no pueden probar concretamente que sus ancestros eran judíos.

“Cuando eres criptojudío, sabes lo que eres, pero al mismo tiempo no sabes lo que eres”, dijo Lupe.“Si después de buscar y averiguar todavía no tienes pruebas o hechos documentados, empiezas a dudar y a pensar si solamente estás creando espejismos… porque no hay nada tangible, tienes solamente evidencia circunstancial”.

Los padres de Lupe no comían puerco, ni mezclaban la carne con la leche u otros productos lácteos, tradiciones comunes en el judaísmo, ya que mezclar estos productos no sigue las normas de la comida kosher. Cuando familiares o amigos morían, su madre seguía un ritual parecido a la Shiva, donde los familiares del muerto se juntan por siete días en la casa. Pero nunca admitieron abiertamente ser judíos.

Rechazo al regresar
No siempre es fácil integrarse a una comunidad judía. Aunque Lupe dijo que se pudo integrar fácilmente y sin incidentes a su comunidad en Austin, otros encuentran más dificultades.

“No sé si es consciente o no, pero cuando fui a Chabad (una sinagoga ortodoxa) mucha gente me miró como si fuera de otro planeta, aunque el rabino me dio la bienvenida”, dijo García. Pero agregó que su comunidad en El Paso sí lo recibió bien.

A veces también encuentran rechazo dentro de sus familias o de las comunidades religiosas a las que pertenecían antes, como otros católicos que consideran que al regresar al judaísmo están abandonando su salvación. Cuando divulgaron que habían vuelto al judaísmo, a unos conocidos de Lupe en países latinoaméricanos les dejaron de recolectar la basura, y hasta les llegaron a cortar el agua. Estos son incidentes que no demuestran una persecución explícita, pero que sí venían con un mensaje, dijo Lupe. Buscando sus historias

Tarlow estima que hoy en día cerca del 80% de los latinos en el sur de Texas tiene herencia judía. De los judíos en Texas, “hay dos comunidades distintas de latinos, los primeros son gente de Argentina o México, quienes probablemente eran askenazi y vinieron en el siglo XIX o XX”, dijo Tarlow, sobre los judíos que provienen mayoritariamente del centro y el este de Europa. “Y el segundo grupo son latinos católicos que no se daban cuenta de que eran judíos”.

Recientemente, rabinos y académicos han visto un crecimiento en la cantidad de personas que los contactan buscando detalles de sus raíces judías, dicen. Algo que puede estár impulsando este aumento es que hoy en día hay identidades muy mixtas, y de ahí todas las variaciones del judaísmo están saliendo a la luz, dijo Naomi Lindstrom, profesora de artes y cultura latinoamericana y judía en la Universidad de Texas en Austin (UT).

García vive más satisfecho, “me siento muy alineado con la religión de mis ancestros”, dijo. “Lo puedes llamar ADN o memoria genética, pero estoy completamente en armonía”.

Y aunque no ha conseguido encontrar pruebas concretas de su herencia, Lupe se preparaba para conmemorar Pésaj, del 2 al 11 de abril, que conmemora el escape del pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto.

“Encuentro una sincronía con esto, es quien soy y lo celebro todo …Hay algo que resuena conmigo”.

 Puedes comunicarte con Samantha al 512-912-2956.

CONCEPTOS SOBRE EL JUDAÍSMO
Judaísmo: religión, tradición y cultura. La practica se basa en la Tora, parte del Antiguo Testamento.

Shabbat: séptimo y sagrado día de la semana, en ese día se descansa. Los que se adhieren estrictamente no manejan ni cocinan, no usan electricidad ni cualquier cosa que califique como “trabajo”.

Rabino: líder religioso y espiritual. Experto en la ley judía e interpreta los textos sagrados.

Kosher: normas sobre la comida, lo que se puede y no se puede comer.

Criptojudío: descendientes de judíos que por una variedad de razones dejaron de practicar. El fenómeno se concentra en familias latinas con raíces españolas que huyeron de la Inquisición.

SI QUIERES CONOCER MÁS
Centro para Relaciones Latinas-Judías y Estudios sobre Criptojudíos en la Universidad de Texas A&M: encabezado por el rabino Peter Tarlow. Detalles en latinojewishrelations.org


Fuente: